domingo, 30 de noviembre de 2008


Cautiva

“Se aplica a la persona o animal, retenido por fuerza en un lugar”.

Todo duró apenas quince minutos, que quisimos estirar y no pudimos. Alcanzó para decirnos un par de cosas, para darnos unos besos apurados y nada más. Nos intercambiamos los regalos: yo le di un pañuelo bordado y él me dio uno pintado con escenas de “El Pibe”. Todo por lo bajo y clandestinamente. Ahí nos despedimos, pero bastaron esos breves momentos y esas pocas palabras para darnos cuenta de que nos habíamos entendido. Los guardias empezaron a tironearnos diciendo “¡reintegro!”, y nos llevaron de vuelta a mi pabellón y a él a Caseros.
Festejamos con las compañeras y lloré todo lo acumulado, relatando una y otra vez, lo que más que hechos, eran emociones.
José y yo nos reencontramos en el 83 y estrenamos nuestro matrimonio junto con la democracia.
“Saldrás de cualquier lugar a recibirme y abrazarme, y recuperaré en ese abrazo, todos los soles que me han robado”
Y volvimos.
Una a una fuimos viviendo ese instante único en que se abrieron las rejas y salimos en libertad. La risa y el llanto aparecían al mismo tiempo. Se multiplicaban los abrazos, hasta que por fin llegaba el grito de despedida: “Hasta siempre, compañeras”.

Hola nena, preguntarte cómo estás es una formalidad. Me emocioné hasta las lagrimas cuando Mario me contó lo del casamiento, ¡y tu mamá, y ustedes!. Me imagino como te estarás sintiendo, se te deben mezclar emociones de todo tipo. Te extraño mucho flaca, y a pesar del dolor de tu ausencia, a casa llegó la primavera de Natalia. Crece día a día, y gatea a toda velocidad, le encanta ir a la plaza. Es todo nuevo para mí, estoy feliz. Chola y Juan están locos de contentos, la adoran; y le regalan de todo cuando Mario y yo vamos para allá, o ellos vienen a casa. Tu carta de hoy me dio risa, y también me hizo llorar cataratas. Cuando decís que todavía tenés la sensación de su piel suavecita, de su cara. De tu orgullo de tenerla en brazos por primera vez y de las pequeñas pérdidas de las que me hablás, que tienen la belleza de lo cotidiano, de lo irrecuperable.
En el comedor está tu foto con Natalia del ratito que te fuimos a visitar, todos los días la miro, y espero que salgas.
Aproveché esta hora, porque la bebota está durmiendo. Espero que dentro de lo posible, estés bien y que me escribas prontito, cuando puedas.
Quiero pensar que una mañana me voy a despertar y me van a decir que te largaron, flaca.
Te regalo un sol enorme.
¡Se me empiezan a amontonar los pañales!.
Le voy a dar de tu parte el beso en la nariz a Natalia, y otro grandote al papá.
Todos los abrazos del mundo.
Te quiero mucho, Gra.
Mabel.

“Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos nosotros, de lo que han hecho de nosotros”. (Jean Paul Sartre)



Bibliografía consultada

Nosotras, presas políticas: obra colectiva de 112 prisioneras políticas entre 1974 y 1983, Nuestra América, Buenos Aires, 2006.

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