viernes, 18 de julio de 2008

Cuento

Acá les dejo el principio de mi cuento espero que les guste...

Era una mañana cálida en pleno invierno, anunciaban 30º, algo totalmente inusual para el mes de julio en Buenos Aires. Justo se despertó a las 6:00 de la mañana para ir a trabajar. Antes tenía que despertar a sus hijas Candela y Libertad para que desayunen y llevarlas al colegio. Liliana, su mujer aún dormía. Justo y Liliana estaban casados hacia veinticinco años. El amor no era el mismo del principio, pero se querían. Juntos habían tenido a sus dos hijas que ya tenían diez y doce años y eso también los mantenía unidos.

Justo se baño, se lavó los dientes y empezó a vestirse. Cuando todavía le faltaban los zapatos fue a despertar a las nenas y a sacar a Rocco, el perro, al jardín. Después fue hacer el desayuno para los tres y mientras lo hacía escuchó que Candela, la más chiquitita lloraba porque su hermana no la dejaba entrar al baño y casi se hacía pis encima. El padre la tomó entre sus brazos para calmarla y al mismo tiempo trataba de que Libertad saliera de una vez. El conflicto domestico se resolvió cuando la mamá se despertó y a los gritos y empujones sacó a la más grande de las nenas. A Justo le molestaba bastante que hiciera eso, así que volvió a la cocina a seguir con lo que estaba haciendo. Cuando estaba preparando las chocolatadas se preguntaba en qué se había convertido su mujer, la recordaba en la adolescencia cuando iban a la escuela, su simpatía, su sentido del humor, su belleza, su armonía. A menudo también al recordar sus épocas de estudiante secundario recordaba a Olivia, su amiga, su compañera. Tantas pero tantas cosas habían compartido juntos. Muchas veces se preguntaba que había sido de ella, al terminar la escuela Liliana ya no le permitió que la viera. Él trató de seguir el contacto, pero se volvió imposible con los celos de su mujer. De pronto, un abrazo de Candela suspendió sus pensamientos. Se sentaron a la mesa y tomaron el desayuno en silencio y mirando las noticias “¡parece que se vino el veranito, che! A bajar la ropa de verano porque hoy Buenos Aires va a ser un horno”. Anunciaban por la televisión.

Libertad y Candela le dieron un beso a su mamá y corrieron hasta el auto, Justo la besó en la boca y también subió. Luego de dejar a las nenas en el colegio se fue a su oficina, él era un prestigioso empresario en el rubro de la construcción, se había recibido con honores en la Universidad de Buenos Aires de ingeniero. Le iba muy bien económicamente, pero le consumía más horas de las que le gustaría. Con el dinero que ganó a lo largo de los años se compró un par de campos en provincia de Buenos Aires, una casa en Mar del Plata y una casa de fin de semana en Tortuguitas.

1 comentario:

Un embudo expresivo dijo...

Hasta acá está buenme gustó. Espero lo que sigue.

Mariano